6 y hablad así a mi hermano; Salud para ti, salud para tu casa y salud
para todo lo tuyo.
7 He sabido que estás de esquileo; pues bien, tus pastores han estado
con nosotros y nunca les hemos molestado ni han echado en falta nada de lo
suyo mientras estuvieron en Carmelo.
8 Pregunta a tus criados y ellos te lo dirán. Que estos muchachos
encuentren, pues gracia a tus ojos, ya que hemos venido en un día de fiesta,
y dales lo que tengas a mano para tus siervos y tu hijo David.”»
9 Llegaron los muchachos de David, dijeron a Nabal todas estas
palabras en nombre de David y se quedaron esperando.
10 Pero Nabal respondió a los servidores de David: «¿Quién es David
y quién es el hijo de Jesé? Abundan hoy en día los siervos que andan huídos
de sus señores.
11 ¿Voy a tomar acaso mi pan y mi vino y las reses que he sacrificado
para los esquiladores y se las voy a dar a unos hombres que no sé de dónde
son?»
12 Los muchachos de David dieron la vuelta y se volvieron por su
camino, y en llegando le comunicaron todas estas palabras.
13 David dijo a sus hombres: «Que cada uno ciña su espada.» Todos
ciñeron su espada. También David se ciñó su espada. Subieron detrás
de
David unos cuatrocientos hombres, quedándose doscientos con el bagaje.
14 Uno de los servidores avisó a Abigaíl, mujer de Nabal, diciendo:
«Mira que David ha enviado mensajeros desde el desierto para saludar a
nuestro amo, y se ha lanzado contra ellos.
15 Sin embargo, esos hombres han sido muy buenos con nosotros, y
nada echamos en falta mientras anduvimos con ellos, cuando estábamos en
el campo.
16 Fueron nuestra defensa noche y día todo el tiempo que estuvimos
con ellos guardando el ganado.
17 Date cuenta y mira lo que debes hacer, porque ya está decretada la
ruina de nuestro amo y de toda la casa, y es un necio al que nada se puede
decir.
18 Tomó Abigaíl a toda prisa doscientos panes y dos odres de vino,
cinco carneros ya preparados, cinco arrobas de trigo tostado, cien racimos
de uvas pasas y doscientos panes de higos secos, y lo cargó sobre
unos
asnos,
19 diciendo a sus servidores: «Pasad delante de mí, que yo os sigo.»
Pero nada dijo a su marido Nabal.
20 Cuando bajaba ella, montada en el asno, por lo cubierto de la
montaña, David y sus hombres bajaban en dirección contraria y se tropezó
con ellos.
21 David se decía: «Muy en vano he guardado en el desierto todo lo
de este hombre para que nada de lo suyo le faltase, pues me devuelve mal
por bien.
22 Esto haga Dios a David y esto otro añada si para el alba dejo con
vida ni un solo varón de los de Nabal.»
23 Apenas vio a David, se apresuró Abigaíl a bajar del asno y cayendo
ante David se postró en tierra, y
24 arrojándose a sus pies le dijo: «Caiga sobre mí la falta, señor. Deja
que tu sierva hable a tus oídos y escucha las palabras de tu sierva.
25 No haga caso mi señor de este necio de Nabal; porque le va bien el
nombre: necio se llama y la necedad está con él; yo, tu sierva, no vi a los
siervos que mi señor había enviado.
26 Ahora, mi señor, por Yahveh y por tu vida, por Yahveh que te ha
impedido derramar sangre y tomarte la justicia por tu propia mano,
que
sean como Nabal tus enemigos y los que buscan la ruina de mi señor.
27 Cuanto a este presente que tu sierva ha hecho traer para mi señor,
que sea entregado a los muchachos que marchan en pos de mi señor.
28 Perdona, por favor, la falta de tu sierva, ya que ciertamente
hará
Yahveh una casa permanente a mi señor, pues mi señor combate las batallas
de Yahveh y no vendrá mal sobre ti en toda tu vida.
29 Y aunque se alza un hombre para perseguirte y buscar tu vida, la
vida de mi señor está encerrada en la bolsa de la vida, al lado de Yahveh tu
Dios, mientras que la vida de los enemigos de mi señor la volteará
en el
hueco de la honda.
30 Cuando haga Yahveh a mi señor todo el bien que te ha prometido y
te haya establecido como caudillo de Israel,
31 que no haya turbación ni remordimiento en el corazón de mi señor
por haber derramado sangre inocente y haberse tomado mi señor la justicia
por su mano; y cuando Yahveh haya favorecido a mi señor. acuérdase de tu
sierva.»